sábado, 18 de febrero de 2006

Café París



Acababa de salir del Louvre y aún sentía ese cosquilleo que sin querer inunda el alma cuando te rodea tanta belleza. Era una mañana de sábado soleada y calurosa a finales de Junio y desde aquel pequeño café todavía podía distinguir los vidrios del museo jugando a los colores con los rayos del sol. Aquella visión, el perfume de las magnolias que decoraban la terraza, el roce de los rayos del sol sobre mis párpados, todo aquello me transportaba a otra dimensión, me sentía más viva que nunca, feliz de atreverme a vivir ese momento.
Recordaba entonces el impulso que me había llevado dos días atrás a tomar aquel avión, a evadirme de la rutina por unos días para encontrarme, habían pasado varios meses desde que me perdí tras aquella tormentosa ruptura. Era el momento de empezar a sentirme mujer de nuevo.

Pensaba en todo aquello recostada en la butaca de mimbre, con los ojos cerrados, sintiendo la piel erizada por el calor del sol, adormecida. De la lejana plaza llegaban las notas de un acordeón junto con una voz varonil, sensual, que susurraba en aquel idioma desconocido amores prohibidos, tal vez.
Centré la poca atención que me permitía aquel sopor en esa voz desconocida, haciéndola mía, dejándola recorrer todos mis recovecos, acercándola; y aunque no la entendía sabía que me hablaba de lugares hermosos, de personas apasionadas, de bellezas místicas.
Entreabrí los ojos y allí estaba él, sentado a mi lado, susurrándome todo aquello al oído, podía sentir su respiración en la mejilla. Me incorporé sonriendo, intentando decirle que no entendía nada de aquello que cantaba pero me indicó que no hablase con un gesto.

Pasamos horas, no sabría decir cuantas, sentados en aquel café y mientras él recitaba yo sentía cicatrizar mi alma, como si de algodones se tratasen aquellas palabras desconocidas.

Yo había sido su inspiración y él la mía.

6 comentarios:

Iva dijo...

París se presta para que pasen esas cosas...Uno se pierde para encontrarse allí.

Llevo dos años corridos visitándola, pues porque, me he enamorado de ella. No sé si pueda ir este año y mi corazón llora.

ratona dijo...

Oh Paris, ahi todo corazón se cicatriza, que importa no entender las palabras. Bella historia.

Avi Soneira dijo...

Iva,

que suerte la tuya que ya la visitaste dos veces, siempre hay algo que descubrir que se nos pasó anteriormente.

..............

Ratona,

gracias por tu comentario, deberíamos aprender a cicatrizar el corazón en cualquier lugar, a nuestro antojo.

Seríamos un poquito más felices.

alZhu dijo...

París es magnética y radiante.

Bonito blog, gracias por tu visita.

Besos

Bohemia Musical dijo...

Avi, iré a París. Es una aventura que me urge emprender. Disfruto leerte, adelante siempre.

Avi Soneira dijo...

Gracias Alzhu.

Quiron,

Si vas a París cuéntanos después qué perfume tenía en ese momento.

Avi