martes, 28 de febrero de 2006

Carta a un conocido-desconocido


Las personas reaccionamos de manera muy curiosa en algunas ocasiones. Tú estabas ahí, estás ahí todos los días. Podía entrar a saludarte o no, dependiendo del humor conque me levanto cada día, saludarte y marchar o reír un rato juntos, contando historias sobre cosas que no necesitan facturas. Lo cierto es que tu risa ahora resuena en mi mente como el eco de un sonido que ni siquiera he llegado a escuchar.

Hoy encuentro que no estás y me sorprendo traicionándome, buscando todo aquello que tenga un esbozo de ti. Trocitos de sentimientos que escondía en la mano tras mi espalda como quien tiene algo que no debe o no le pertenece. Tú no me perteneces. Yo no te pertenezco.

Hacía tiempo que no soñaba con enseñarte a recorrer mis caminos.
Ahora estoy sentada sobre la arena de esta playa jugando con estos instintos prohibidos, esperando que el mar te devuelva y correr a guardar mis nostalgias en la caja de música.

Esta vez tiraré la llave al mar cuando no me veas pero la caja la guardo por si algún día, cuando ya no esté prohibido, te lleve a mi rincón para enseñarte mis secretos.

Hasta entonces.

viernes, 24 de febrero de 2006

Hipoteca de sentimientos


He estado revisando nuestro contrato y he encontrado dos irregularidades en las cláusulas que no me convencen:

Primera: No sé si me estaré hipotecando demasiado contigo. Tengo miedo de que no me llegue la dignidad a fin de mes. Tengo miedo de que sólo quieras de mí una prolongación de ti.

Segunda: La rentabilidad de mis emociones no crece con el mismo tipo de interés que contraté en su día.

Sé que los mercados cambian, que los gráficos suben y bajan pero, sinceramente, creo que estás estafándome amor.
Dame el cariño que me pertenece o resolvamos nuestro contrato.

martes, 21 de febrero de 2006

Otra ruina más


Te esperaba esta tarde sentada en el parque, no quería faltar hoy por si venías y no encontrabas a nadie.
Ha pasado mucha gente por delante de mí pero creo que tú no eras ninguno de ellos.
Hacía frío.
Mañana también hará frío y volveré a sentarme a esperarte. Sé que existes, te presiento, aunque tal vez yo esté a la espera en el lugar equivocado.
¿Y si te dejé pasar de largo sin darme cuenta?

sábado, 18 de febrero de 2006

Café París



Acababa de salir del Louvre y aún sentía ese cosquilleo que sin querer inunda el alma cuando te rodea tanta belleza. Era una mañana de sábado soleada y calurosa a finales de Junio y desde aquel pequeño café todavía podía distinguir los vidrios del museo jugando a los colores con los rayos del sol. Aquella visión, el perfume de las magnolias que decoraban la terraza, el roce de los rayos del sol sobre mis párpados, todo aquello me transportaba a otra dimensión, me sentía más viva que nunca, feliz de atreverme a vivir ese momento.
Recordaba entonces el impulso que me había llevado dos días atrás a tomar aquel avión, a evadirme de la rutina por unos días para encontrarme, habían pasado varios meses desde que me perdí tras aquella tormentosa ruptura. Era el momento de empezar a sentirme mujer de nuevo.

Pensaba en todo aquello recostada en la butaca de mimbre, con los ojos cerrados, sintiendo la piel erizada por el calor del sol, adormecida. De la lejana plaza llegaban las notas de un acordeón junto con una voz varonil, sensual, que susurraba en aquel idioma desconocido amores prohibidos, tal vez.
Centré la poca atención que me permitía aquel sopor en esa voz desconocida, haciéndola mía, dejándola recorrer todos mis recovecos, acercándola; y aunque no la entendía sabía que me hablaba de lugares hermosos, de personas apasionadas, de bellezas místicas.
Entreabrí los ojos y allí estaba él, sentado a mi lado, susurrándome todo aquello al oído, podía sentir su respiración en la mejilla. Me incorporé sonriendo, intentando decirle que no entendía nada de aquello que cantaba pero me indicó que no hablase con un gesto.

Pasamos horas, no sabría decir cuantas, sentados en aquel café y mientras él recitaba yo sentía cicatrizar mi alma, como si de algodones se tratasen aquellas palabras desconocidas.

Yo había sido su inspiración y él la mía.

miércoles, 15 de febrero de 2006

Sólo esta noche...




Necesito una tregua.

Dejemos las armas esta noche, o mejor aún, tengamos nuestra propia batalla cuerpo a cuerpo. Acércate e invade con tus huestes todos mis rincones, haz prisioneros a mis deseos, atorméntalos, tortúralos, hazlos tuyos, sáciate de mí.
Destruye mis barreras, vamos a poseernos más allá de lo humano, lleguemos hasta el límite de lo irracional, instinto contra instinto.

No tengas piedad de mí, yo no voy a tenerla contigo; y el que consiga redimir al otro que plante en su cuerpo la bandera de propiedad, en lo más alto para que nunca olvidemos.

Y mañana... qué importa el mañana.

sábado, 11 de febrero de 2006

Cómo empezar a olvidar...










Esta mañana mientras intentaba despertar pensaba en nosotros, en cómo ha involucionado lo nuestro.

Quisiste que te aprendiese, pero hay cosas que es mejor no descubrirte y ahora quisiera poder caminar hacia atrás, comenzar por odiarte para terminar amándote, pasar del amor al olvido, empezar la casa por el tejado.








Te miro y entiendo que las cosas importantes para ti no están detrás de la piel, son de las que se pueden guardar en los cajones.

Hoy me he propuesto que dejes de imantarme. No vuelvas a preguntar qué me pasa: lo que me pasa eres tú.

jueves, 9 de febrero de 2006

El principio de una ruina



Sucedió la primera vez que nos vimos. Después de cientos de kilómetros de viaje estabas estupendo a la una de la madrugada, como salido de una burbuja de mar.
Dos extraños frente a un hotel, por delante aún quedaban diez días para descubrirnos.


Dejamos las maletas llenas de sueños en el armario y dedicamos la noche a recorrer nuestros caminos, buscando los cruces que nos llevaban el uno al otro sin parar en los semáforos ni en los ceda el paso, dejando que la pasión nos atropellase.

El mundo ha girado muchas veces desde entonces... y yo sigo preguntándome si los sueños y la pasión nos quedaron olvidadas en aquella habitación.

Algo no ha cambiado, seguimos siendo dos extraños.